fbpx

¿Puede internet convertirse en la consciencia unificadora de la humanidad? ¿Existe una consciencia de internet de sí misma? ¿Puede internet soñar? ¿Es internet el sueño global de la humanidad?

Estas preguntas parecen puntos de partida de una película de ciencia-ficción o de cualquier novela fantástica, sin embargo son preguntas que investigadores y científicos intentan desgranar ante la curiosa cámara de Werner Herzog. El cineasta alemán regresa con «Lo and Behold: Reveries of the Connected World» (2016)  al documental tras cinco años para tratar uno de los “descubrimientos” más revolucionarios en la historia reciente de la humanidad: internet y la “hiperconectividad”. La relación del hombre y su entorno natural es uno de los temas recurrentes en la carrera de Herzog, por lo que no es de extrañar que las relaciones entre el hombre y su nueva forma de comunicarse se haya convertido en un tema que preocupe al cineasta de Munich. Internet se ha convertido en un loa_07-1  elemento natural para nuestra vida diaria, tanto o más que disfrutar de corriente eléctrica, agua caliente o un rápido medio de transporte. Ya hay nuevas generaciones que han nacido y crecido con internet como algo presente en sus vidas –los llamados nativos digitales- y son infinidad de las acciones diarias de nuestra forma de vivir que están asociadas a internet. ¿Qué pasaría si un día no hubiera internet?

El documental empieza con un recorrido histórico del nacimiento y evolución de internet, cuyo primer sistema de intercambio de información gracias a un gigantesco servidor generó el primer mensaje enviado a través de la red: un simple y contundente “Lo”. El tono de reportaje de investigación se rompe en el momento en el que Herzog comienza a confrontar los grandes logros de internet con las partes oscuras que se han derivado del mismo y que el ser humano no ha sido capaz todavía de controlar. Aquí es donde emerge el talente creador de Herzog. La secuencia de la familia explicando el impacto que supuso ver la imagen de su hija decapitada tras un accidente de coche por culpa de una foto que comenzó a circular por internet de manera viral es simplemente escalofriante. Herzog los coloca alrededor de una mesa, impecablemente vestidos y encuadrados como en una antigua foto de una familia desaparecida hace siglos. Herzog utiliza el montaje de opuestos para estimular la toma de consciencia sobre una realidad que nos rodea, un recurso que también ha utilizado en su última película de ficción y que está pendiente de estreno, “Salt and Fire” (2016). En el caso de “Salt and Fire” una toma de conciencia sobre una problemática ecológica y medioambiental, en el caso de “Into the Abyss” (2011), su anterior documental, sobre la pena de muerte y la injusticia y el horror que se derivan de su aplicación.

Herzog articula esta toma de consciencia a la vez que desgrana la relación del hombre con su entorno virtual para acabar intentado proyectar su evolución hacia un hipotético futuro en el que internet acabe teniendo su propia consciencia y sea capaz de tomar sus propias decisiones. Por eso, uno de los momentos más bonitos del documental muestra un juego en el que los internautas juegan a crear combinaciones de moléculas que no hacen más que buscar posibles soluciones a enigmas relacionados con la cura del SIDA o del cáncer. Problemas y acertijos capaces de cambiar el mundo que ni los mejores científicos ni los más potentes ordenadores pueden solucionar pero que la inquietud de millones de mentes conectadas puede ayudar a desvelar. Posiblemente esta sea la consciencia que internet tenga de sí misma, la consciencia de todos aquellos que se conectan formando una única mente. Capaz de buscar soluciones y capaz de crear problemas. He aquí el sueño de internet.