Si tu pasión son los videojuegos, seguro que ya sabrás a qué nos referimos con los videojuegos AAA. Incluso, es posible que tu gran objetivo sea trabajar, algún día, en el desarrollo de un juego triple A. Por ello, en este post hablaremos sobre esta calificación, su origen, presente y futuro. Si te interesa, ¡sigue leyendo!
Videojuegos triple A, una exitosa etiqueta publicitaria
Los videojuegos AAA, conocidos comúnmente como triple A, son aquellos desarrolladas por las grandes compañías de la industria con altos costes tanto de desarrollo como de marketing. Si eres más de cine, se trata de los blockbuster del sector. Como ejemplo, el que ilustra el post: el juego más vendido en 2017, Call of Duty: WWII (desarrollado por Sledgehammer Games y publicado por Activision).
Esta calificación es informal, no tiene una regulación y, de hecho, hay distintas interpretaciones de su significado. Quizá, para comprenderla mejor, ¡lo ideal es ir a su origen!
El término de videojuego AAA surgió en la segunda mitad de la década de 1990 como una etiqueta publicitaria. Las grandes desarrolladoras del momento, como Electronic Arts o Sony, comenzaron a utilizarla en las convenciones para referirse a los videojuegos que suponían más inversión y de los que esperaban un mayor retorno.
De esta manera, generaban una gran expectación mediática y preparaban el terreno para un mayor impacto en su público objetivo. Si seguimos hablando de los videojuegos triple A en 2018, ¡es porque fue todo un éxito!
Uno de los puntos álgidos de los videojuegos triple A se vivió hace una década con las videoconsolas de séptima generación. Las inversiones en el marketing de los grandes títulos igualaron a los costes de desarrollo, poniéndose a la altura de las campañas cinematográficas. Como ejemplo, Rockstar Games invirtió en Grand Theft Auto IV (2008) 100 millones de dólares, cifra que superaría en la quinta entrega (2013) con 265 millones de dólares.
Presente y futuro de los videojuegos AAA
Si nos referimos a videojuegos AAA solo en términos de inversión, se puede considerar dentro de la categoría aquel proyecto que pasa la barrera de los 15 millones de dólares. La media de inversión se encuentra alrededor de los 50 millones de dólares, con proyectos que anteponen el desarrollo al marketing y otros que son capaces de cuadruplicar los costes publicitarios respecto al trabajo puramente creativo.
El último gran hito en los videojuegos triple A es el de Destiny (2014): Activision reconoce una inversión total de 500 millones de dólares, lo que lo convierte en el más caro de todos los tiempos. Esto resulta muy significativo, ya que desde mediados de esta década se ha producido una gran transformación en la industria y en el trato de este tipo de proyectos.
Las grandes compañías desarrolladoras son cada vez más conscientes de que un paso en falso, un mal índice de ventas, puede acabar con su existencia. Algunas, como Epic Games, han eliminado los proyectos triple A y están priorizando el modelo game as service: desde luego les ha funcionado, solo hay que ver el bombazo que ha supuesto Fortnite (2017).
Esto no significa que se hayan acabado estas producciones. De hecho, la actual octava generación de videoconsolas ha generado más gastos, pero también ha sabido crear nuevas formas de recuperar la grandes inversiones.
¿De qué manera se obtienen nuevos ingresos? A través de suscripciones, modelos premium con extras exclusivos, expansiones, posibilidad de compra de contenido o funcionalidades adicionales integradas. Además, la cesión del software desarrollado y la eliminación de gran parte del formato físico también ha supuesto una alegría para las cuentas de las empresas. A este nuevo modelo se le llama AAA+.
No obstante, las voces más críticas con los grandes videojuegos, surgidas desde el propio sector, critican el exceso de marketing, la reiteración de las viejas fórmulas y falta de originalidad. Como ocurre en el cine, las inversiones más ambiciosas se dirigen a las grandes series, sagas o marcas afianzadas.
Ante la falta de creatividad y como efecto colateral, ha surgido todo un universo de videojuegos indies que sí arriesgan con nuevas temáticas e innovaciones tecnológicas. De hecho, ha aparecido el concepto Triple-i para catalogar aquellos proyectos realmente ambiciosos a nivel creativo y/o con un buen presupuesto logrado fuera de la industria.
Algunos de estos videojuegos han alcanzado éxitos de enorme magnitud, como Minecraft (2011), un auténtico fenómeno de la sueca Mojang que ha abierto la puerta a otros desarrolladores independientes y que ha enseñado nuevos caminos a la propia industria establecida.
Como explican profesionales de los videojuegos, gamers y medios especializados, lo ideal sería que la etiqueta triple A se utilizara para aquellos proyectos que combinan originalidad, calidad y excelente respuesta de crítica y público.
Sin embargo, ¡el videojuego AAA sigue siendo el gran estándar que nos indica un proyecto al que seguir la pista! Aún más: es el Santo Grial para cualquier desarrollador, ese proyecto en el que todo profesional quiere trabajar aunque sea una vez.
Para llegar a un proyecto de estas características, es necesario contar un gran talento, pero también haber adquirido unos avanzados conocimientos técnicos. A lo largo de varios meses, en ocasiones años, se debe ser capaz de trabajar con la mayor precisión e integrado en equipos de centenares de personas. Por ejemplo, Ubisoft contó con más de 900 personas en distintos puntos del mundo trabajando en Assassin’s Creed Origins (2017) durante más de dos años.
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