El próximo miércoles, 27 de julio, Sala Montjuïc proyecta una de aquellas películas eternas e inolvidables, representantes de la más pura esencia del cine clásico de Hollywood. Suena la melodía de As Time Goes By, las miradas de Humprey Bogart e Ingrid Bergman se cruzan en un glorioso blanco y negro y estalla el melodrama: Casablanca.
Casablanca (1942) es mucho más que una película de leyenda, es el cine en estado puro. Una frase como ésta la podría haber escrito cualquier historiador de cine o crítico de la vieja escuela. Pero analizando su historia y la huella que ha dejado en la cultura y en el imaginario del espectador, podemos comprobar que, más de setenta años después de su estreno, la fuerza de sus imágenes sigue intacta, así como el aroma que desprenden sus imágenes. Sigue siendo “el” cine.
Cuentan los rumores que el guion se reescribía a diario y que sus diálogos se cambiaban cada noche previa a comenzar el rodaje en el set. Sea como fuere, el guion tiene la fuerza suficiente como para dejar un puñado de escenas inolvidables e intercambios de réplicas que cualquier cinéfilo podría recordar..
Casablanca es un melodrama romántico ambientado en tiempos de guerra y, como buen melodrama, hace un uso brillante de la música para reforzar secuencias y determinados momentos. De esta manera, tanto el famoso As Time Goes By interpretado por el personaje de Sam, como la melodía de La Marsellesa y las puntuaciones de la banda sonora de Max Steiner, van acompañando los momentos claves de la trama.
Otro de los elementos que hacen de Casablanca una película especial es la dirección de fotografía de Arthur Edeson: un hermoso blanco y negro que utiliza sombras en forma de barrotes para atrapar a sus personajes en determinados momentos y la iluminación a los actores, en especial la del rostro de Ingrid Bergman. La fotogenia del cine clásico tiene en el rostro de Bergman uno de sus máximos exponentes: el brillo en sus ojos siempre a punto de explotar en lágrimas. También los planos/contraplanos con Bogart, siempre en tensión, son dignos de mención
Por estas y por muchas razones más, no podemos perder la oportunidad de re-visionar este clásico en el Castell de Montjuïc