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La rata es uno de los animales que más repugnancia genera en el ser humano. Nadie quiere verlas cruzar por delante, correteando por tu calle hasta llegar a la alcantarilla más cercana. Nadie quiere tenerlas de compañeras de andén mientras esperas el siguiente metro. Y, por supuesto, nadie quiere que se detengan ante ti y te miren a los ojos. Pero ellas están ahí. Debajo de nuestra “pacífica” y “limpia” existencia urbana existe otro universo plagado de millones de ratas esperando su oportunidad para llevarse toda la basura que no queremos. Habitualmente, las ratas se muestran en el cine de dos maneras totalmente contrapuestas. Por un lado, son seres entrañables y divertidos que hacen lo que pueden por sobrevivir al margen (y a costa) del ser humano, visión que ofrece el cine de animación en películas como “Ratatouille” (2007), “Basil, el ratón superdetective” (1986) o “Ratónpolis” (2006). La otra forma es mostrarlas como depredadores despiadados y feroces roedores asesinos en cintas de terror como “Willard” (1971), “Año 2025, después del holocausto” (1984) o “Deadly Eyes” (1985).

El documental de Morgan Spurlock “Rats” (2016) se acerca más a la segunda forma de abordar a los roedores, aunque utiliza también elementos de la primera. “Rats” es seguramente una de las películas más desagradables del último año. Pero, ¿es necesario verla? Si tu estómago es fuerte sí. Las ratas existen a pesar de que giremos la cabeza cuando merodeen cerca nuestro. Posiblemente merezcan este documental y nosotros ser conscientes de su vida, evolución e incidencia en nuestro planeta. El documental está inspirado en el libro “Rats: Observations on the History & Habitat of the City’s Most Unwanted Inhabitants” escrito por Robert Sullivan. El escritor repasa la relación de las rkYlsz8Oza7Y5HKNmpUhxfSgkEFratas con la gran manzana en los últimos trescientos años, su aumento en función de la población, las plagas y enfermedades que han asolado a la ciudad y que tiene a las ratas como protagonistas; y su adaptación y evolución continua como especie a merced del hombre, que cada vez genera más desperdicios y suciedad.

Spurlock parte de ese estudio y de la localización de Manhattan para hacer un análisis de una especie animal que cada vez es más numerosa, más inteligente y peligrosa, que lleva consigo un número de enfermedades y virus letales para el ser humano. Montañas de basura apiladas en las esquinas de las calles y en los callejones traseros de los restaurantes sirven de alimento de una población de ratas que supera en millones a la de humanos. El director emplea para ello recursos del cine de terror como primeros planos de las protagonistas, música techno asfixiante y un montaje agresivo similar al de las películas de horror. ¿Es un recurso sensacionalista y manipulador? Sin duda, pero, ¿no es así como sentimos su presencia? Este tratamiento genérico del asunto no hace más que hilvanar un discurso científico que no deja lugar a dudas: el número de ratas es cada vez mayor, son inteligentes, están organizadas y se comunican entre ellas, aprenden de sus errores, crecen, se adaptan y se vuelven resistentes a los pesticidas y métodos de eliminación que utiliza el hombre. Una de las partes más asquerosas de la película y más esclarecedoras muestra las autopsias realizadas para investigar las enfermedades que albergan en su interior: virus, parásitos, larvas… enfermedades mortales para el hombre que ellas transportan como cualquier órgano más. Plagas mortíferas que nacen especialmente tras desastres naturales como huracanes, tsunamis o inundaciones.

El giro sorprendente e interesante del documental es cuando las ratas son vistas en otras partes del planeta: cazadas a mano a cambio de unas rupias en Bombay; como trofeo de caza mediante hermosos perros en Inglaterra; delicioso manjar en inspirados guisos de curry en Vietnam, o como sagrados animales que habitan el templo Karni Mata en el Rajasthan (India). Allí son veneradas como reencarnaciones del hombre, reciben ofrendas y tienen el “poder” de curar enfermedades.

Las ratas pueden ser la gran devastación para la existencia del hombre o su salvación espiritual, personajes entrañables de dibujos animados o bestias terroríficas amenazantes. Nosotros no las vemos, pero ellas a nosotros sí.