Jeff Nichols es uno de los cineastas más interesantes y prometedores del panorama cinematográfico actual. Con tan sólo 38 años ya ha dirigido cinco largometrajes y lleva consigo un aura de cineasta de culto, con cintas (trabajos?) que exploran el alma humana siempre con un estilo al que muchos podrían denominar “clásico”. Y posiblemente se haya convertido en un buen heredero de directores como Clint Eastwood o, si nos atrevemos por qué no, a maestros como John Ford. Sus historias tienen el aroma de la América profunda y de los antiguos relatos del sur. Personajes que viven en paisajes que parecen no haber cambiado en siglos y con tradiciones ancladas en el pasado, que se mueven como fantasmas y que a pesar de que se niegan a evolucionar, consiguen transformar el mundo que hay a su alrededor. La infancia, la soledad, la esquizofrenia y el amor son temas recurrentes en el cine del director de Arkansas.
Curtido en el cine independiente con títulos como la sorprendente “Shotgun Stories” (2007) o la película que le dio la popularidad, el melodrama ”apocalíptico” “Take Shelter” (2011), en 2016 nos trajo dos títulos de Nichols: “Midnight Special” y “Loving”, dos magníficas películas olvidadas en las nominaciones de los Oscars. Sorprende especialmente en el caso de “Loving”, una película que aborda la problemática racial en un año en el que el tema ha sido la constante en las nominaciones y en los premios. “Loving”, inspirada en el documental “The Loving Story” (2011) de HBO, narra la historia real de Richar y Mildred Loving, una pareja que contrajo matrimonio en 1958 desafiando de esta manera las leyes que prohibían el matrimonio interracial. La historia de un hombre blanco y una mujer negra cuya historia de amor se convirtió en un motor para la lucha de los derechos civiles y la igualdad.
Un material de partida así, una historia de amor e injusticia con un procedimiento judicial como tramas principales, podría dar lugar a una película cercana a los dramas televisivos, pero Nichols juega con los materiales para ofrecer una película sincera, intimista y que intenta alejarse de los sensacionalismos para adentrarse en la psicología de unos personajes tan sencillos como fascinantes. No se trata de la mejor película de su director, pero contiene suficientes fantásticas escenas como el bonito principio que define perfectamente el tema y estilo de la película. Vemos a los dos personajes en primeros planos, con una iluminación nocturna y oscura, aparentemente miran hacia lados diferentes. Ella le confiesa que está embarazada de él, cuando el plano filma a los dos personajes están mirándose el uno al otro. Él -un hombre blanco- se alegra de que su pareja de raza negra esté embarazada. Se besan.
La sutilidad en la forma de abordar la historia y la puesta en escena se sustenta sobre todo en el excelente trabajo de los actores. Nichols acostumbra a trabajar con un elenco de actores habituales como Michael Shannon o Joel Edgerton, rostros duros e impenetrables que moldean en su interior gran fuerza y pasión. Tanto Edgerton como Ruth Negga (nominada al Oscar a la Mejor Actriz) hacen un trabajo poderoso desde la calma, las miradas y la pausa. El director obvia en la mayor medida todo lo relacionado con los procesos judiciales, al igual que hacen los protagonistas de la película, más interesados en poder estar juntos y ser felices. Este hecho destaca en el caso del personaje interpretado por Edgerton, cuya mirada parece anunciar un repentino estallido de violencia tras cada acto de injusticia. La contención de la historia se maneja en las palabras, miradas y movimientos del actor que lucha por su objetivo a base de constancia, obstinación y paciencia. Una actuación basada en la sutilidad, la misma que define el cine de Jeff Nichols.