fbpx

Si alguien viendo la gala de los Oscars tras la entrega de la estatuilla a “La la Land” (Damien Chazelle) hubiera cogido una mochila y se hubiera retirado, sin teléfono móvil y por supuesto sin internet, a la montaña más alejada de la civilización, de retiro como un ermitaño, se le hubiera grabado en su memoria que el musical interpretado por Emma Stone y Ryan Gosling ha sido la auténtica ganadora. Si por desgracia alguien tras presenciar la entrega hubiera fallecido, quedaría eternamente en su alma ese hecho como indiscutible. Bajo esa premisa, eso sucedió así y por tanto así permanecerá.

la la land portada

LA LA LAND Película

Esa no es la realidad, pero tan importantes son las cosas que suceden cómo la manera en qué suceden. La ironía del asunto es que el acontecimiento vivido tras el anuncio del ganador, por parte de los actores Faye Dunaway y Warren Beatty, puso en escena de manera diabólica el final de la propia perdedora. En “La la Land” asistimos a cómo hubiera sido el final de la película si Emma Stone y Ryan Gosling hubieran seguido juntos como pareja. Un final idílico para una bonita historia de amor en el Hollywood de las estrellas, hasta que descubrimos que no fue así; los dos personajes se separan y “triunfan” por separado en un agridulce desenlace. El sueño de “La la Land” se convirtió en pesadilla cuando Dunaway y Beatty, que celebraban cincuenta años de su trabajo en “Bonnie and Clyde” (1967), se equivocaron y les dieron el premio por error. El último atraco de la pareja de forajidos más famosos de la historia del cine, quienes también robaron el sueño del musical más moderno, cool y multireferencial de la historia del cine. Como si se tratara de unos Robin Hood modernos, su robo acabó en manos de los creadores y responsables de “Moonlight” (Barry Jenkins), una pequeña película independiente con un equipo formado en su mayoría por afroamericanos.

Ambas películas, “La la Land” y “Moonlight”, están situadas en ciudades donde la luz y el sol reinan en el paisaje. California y Miami, dos soleadas ciudades que se nos muestran bajo el filtro de cierta tristeza y en las que la oscuridad acaba impregnando el ambiente. Dos historias de personajes que se encuentran en un momento determinado y que el tiempo separa hasta que el destino, en forma de concierto, llamada o cena, termina por volver a unir. Dos historias de amor que el tiempo dejó en un letargo y que tarde o temprano debía despertar.
Si Faye Dunaway dijo el nombre de “La la Land” es porque es lo que casi todo el mundo quería escuchar. Y si finalmente no fue así es porque quizás no es lo que debía pasar. El deseo colectivo se impuso por unos minutos hasta que otro tipo de justicia necesaria se impuso. No nos engañemos: “Moonlight” es una película correcta y llena de tópicos que se sustenta principalmente en dos brillantes momentos narrativos filmados con delicadeza. Una delicadeza y belleza formal que le basta para emocionar y llegar al corazón del espectador. Algo que tiene en común con “La la Land”, otra historia de amor llena de tópicos que brilla cuando se mueve en la superficialidad de la lucha romántica por alcanzar los sueños pero que naufraga cuando se pone seria y trascendental.

Bonnie y Clyde murieron a balazos tras su último atraco en un final violento y romántico a la vez. Aquellos que se retiraron como ermitaños tendrán en su recuerdo un falso ganador y en este caso, como sucede en muchos festivales de cine, lo más romántico habría sido dar el Oscar a las dos películas. Al igual que en sus historias, se habrían unido al final.