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“Bittersweet Days” es la primera película realizada en Baleares dirigida por una mujer, la cineasta mallorquina Marga Melià, que debuta en el largometraje con esta comedia tan agridulce como el título. “Bittersweet Days” no sólo tiene este reconocimiento, sino que además ha conseguido algo que ansían muchas películas de corte totalmente independiente: se estrena en cines y está gustando.

Las películas de este corte, realizadas con muy pocos medios, corren el riesgo de quedarse a medio camino entre el ejercicio de un estudiante aventajado y el ansia por romper y sorprender a toda costa, cueste lo que cueste. La virtud de la ópera prima de Marga Melià es conseguir el equilibrio casi perfecto entre la frescura de una ópera prima -aparentemente desprejuiciada- con el desparpajo esperado de una joven realizadora, la mesura de una realizadora que sabe lo que quiere y que tiene el talento para construir un artefacto y que funciona con un mecanismo preciso, pausado, con varios giros que te enganchan a la historia.

Bettersweet Days

Película Bettersweet Days

La fuerza de “Bettersweet Days” reside en su guion, una historia que transita por lo que muchos llaman “la crisis de los 30”. Una crisis y una historia con la que es fácil identificarse, tanto si navegas con ella como si la has superado y te adentras en la siguiente, en la posterior o por qué no, en la anterior. La naturalidad de los diálogos, frescos, auténticos y en muchas ocasiones inspirados, consigue minimizar las carencias obvias de una producción tan pequeña, que en otras manos no dejaría de ser una práctica amateur.  Como todas las óperas primas, y especialmente las realizadas con pocos medios, las grandes virtudes se suman a los momentos menos acertados. Desde la espontaneidad del trabajo de Brian Tewuen, el actor que interpreta a Luuk, un holandés errante que llega a Barcelona para compartir piso con Júlia y cuya interpretación despierta ternura y cariño, el elegante ritmo de la trama, los momentos mágicos como la recreación de una de las secuencias míticas de «La Dolce Vita», a las secuencias alocadas como la exposición de la artista bohemia interpretada por Queralt Riera. La realización de Melià se estanca por lo general en las secuencias interiores en el apartamento de Júlia,  una treintañera que decide alquilar una habitación de su piso cuando so novio se marcha a trabajar a Londres y que replanteará su vida tras conocer a Luuk. Pero por otra parte, la puesta en escena estalla y recoge los momentos visuales más potentes cuando filma en exteriores, especialmente en toda la parte de la trama que se desarrolla en Mallorca. Otro de los elementos interesantes de la película es la selección de canciones originales de la banda sonora. Una serie de excelentes temas de grupos nacionales (Lili´s House, The Wheels, Sattelites o Julio Arcalá), que a pesar del abuso que por momentos se hace de ellos, dan a la película un aire actual y totalmente reconocible de este momento preciso.

Un soplo de aire fresco viene de las Baleares. Puede que no podamos verlo por mucho tiempo más en salas de cine, pero esperamos que Marga Melià traiga nuevas ráfagas de aire, de la mano de más historias, de más películas y con más canciones.