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Cosas muy extrañas están pasando en Hawkins, un pequeño pueblo de Indiana. La tranquilidad reina aparentemente en el típico suburbio norteamericano. Unos niños juegan a un juego de rol y recorren el barrio en bici, unos adolescentes con ganas de sexo y alcohol montan una fiesta, el cuerpo de policía cumple con su deber y una madre separada lucha por sacar adelante a su familia. Pero a escasos kilómetros del pueblo hay un destacamento militar donde se realizan experimentos secretos; es el año 1984, la Guerra Fría sigue intacta y… de forma inesperada una noche desaparece uno de los niños del grupo.

Esta desaparición es el punto de partida de “Stranger Things” (Matt y Ross Duffer, 2016), la serie de moda y de la que todo el mundo habla. La serie, una creación original de Netflix, combina de forma inteligente infinidad de géneros que van desde la comedia adolescente, la película de aventuras infantil, el cine de terror con monstruo, la ciencia-ficción o el cine de misterio y forma un cocktail tan adictivo como entretenido con inspiración directa de toda la cultura de los años ochenta.

Stranger-Things-nouveau-poster[1]La serie está repleta de referencias estéticas, narrativas, de personajes e incluso de la puesta en escena del cine de los ochenta. De las paredes cuelgan pósters de clásicos de la década y las secuencias están repletas de planos extraídos de filmes como Poltergeist (1982) o Pesadilla en Elm Street (1984).
Pero la gran fuente de inspiración de la serie se divide en dos:  el universo creado por Steven Spielberg y toda la literatura de Stephen King. Del primero tenemos referencias narrativas y secuencias copiadas de “E.T. El Extraterrestre” (1982) o “Encuentros en la Tercera Fase” (1977) , las dos dirigidas por el mismo Spielberg, o de otras cintas realizadas por su productora Amblin como “Los Goonies” (1985). En cuanto a la puesta en escena realizada por los Duffer Brothers, creadores y realizadores de la serie, también encontramos soluciones que recuerdan al cine de Spielberg como las aproximaciones de cámara a los rostros de los personajes. Del escritor de Maine y rey del best seller de misterio, toma la forma de narrar de algunos de sus libros utilizando múltiples subtramas y el universo de algunas de sus historias protagonizadas por niños como “Cuenta conmigo” (1982) o “It” (1986).

Para cualquier aficionado al cine, música o televisión de los ochenta ver “Stranger Things” es un divertido y ejercicio de descubrimiento de guiños y homenajes y un baño de nostalgia, pero… ¿hay algo más en este éxito veraniego televisivo? Sin duda. Unos personajes carismáticos encarnados sobre todo en el grupo de niños interpretados de forma maravillosa, unas secuencias de misterio y terror muy bien rodadas y, sobre todo, la capacidad de los guionistas para mantener la atención y expectativas siempre en lo más alto.

A pesar de que no vemos nada nuevo y de que la trama bucea continuamente en la confusión y el reciclaje facilón de tópicos es difícil no querer saber qué más pasará con esta entrañable pandilla y sus aventuras en bici.